Revolución
La gran revolución levantó al pueblo el día de la lotería, coincidiendo con la epidemia que provocó la pérdida de voz de todos los niños.
Torcuato González Toval
Revolución
La gran revolución levantó al pueblo el día de la lotería, coincidiendo con la epidemia que provocó la pérdida de voz de todos los niños.
Torcuato González Toval
La mujer hacendosa nunca vaciaba los bolsillos antes de lavar los pantalones. Los ojos del marido se mojaron como el décimo premiado.
(*)Gracias Toro Salvaje
Texto: Torcuato González Toval.
Ilustración: Lapendeja - http://thependeja.blogspot.com/
Micro finalista concurso 140 de la revista digital El Cultural. El tema era la Lotería.
Mudito
De niño le regalaron un vídeo de los hermanos Marx junto a unas castañuelas y ahora, de mayor, se preguntan por qué nunca ha hablado.
Torcuato González Toval
El dueño de aquel décimo de lotería les caía simpático, por eso, los números alteraron su orden mientras oían el sorteo.
Torcuato González Toval.
Sin retorno.
Aquel hombre la estaba haciendo gozar como nadie y llegó a pensar que era el mejor amante que había tenido. Al terminar, fumaron, es lo suyo, pero él no paro de hablarle con cariño mientras sus manos la seguían acariciando. Pasó la noche y por la mañana despertaron. En la calle se dirigieron al coche de ella. Lo había aparcado junto al lugar del reciclaje. Se dieron un beso y él se introdujo en un contenedor.
Torcuato González Toval
Este Micro lo publiqué en el FILANDÓN, organizado por Alberto y Manuel. Si queréis leer el resto de micros, podéis visitar el blog.
Desgaste
Recuerda a papá que baje la tapa del váter y recoja las toallas, que hasta el moño me tiene, estoy para tomar un camino, si, si, cogeré las maletas y aquí os vais a quedar, y tú, desenreda la habitación y friega el vaso del col.. a… cao, y tu her…mana que reco…ja las bra…ga…s y los li..br…os…
Torcuato González Toval
Algo de que hablar
Apareció sin que nadie la hubiera visto antes por el pueblo y desde entonces todos la miraban extrañados. Paseaba como si nada por todas partes con aquel gran pájaro encima de la cabeza. Por los parques y las calles, sin turbarse por esos ojos que sin pestañear se clavaban en ella, ni por esas bocas que parloteaban. La gente no la aceptó, incluso en cierta ocasión un grupo de adolescentes apedreó al ave y esta salió revoloteando a media altura. La niña, sin perder la sonrisa que siempre decoraba su cara, siguió con la vista el vuelo de su amiga y sin cesar de caminar, hizo gestos con su brazo en alto que la gaviota interpretó, bajando y posándose de nuevo sobre su pelirroja melena. Las constantes habladurías pasaban de boca a oreja, e hicieron olvidar a aquel otro personaje que años atrás decidió subir al monte a vivir de forma ermitaña. Aquel, bajaba de tiempo en tiempo al pueblo para cambiar sus artesanías por herramientas y enseres. Fue uno de esos días cuando se topó con un corrillo de parroquianos, estaban cuchicheando sobre una niña de raros comportamientos. Miró entonces hacia la acera de enfrente, allí estaba en un banco de madera. La mirada del hombre se encontró con la de ella y al percibir la felicidad que transmitía su rosado rostro, le hizo sonreír. Quedó paralizado un ratito, hurgándose entre las blancas barbas y miró a las personas que lo observaban con silencio expectante.
Algo perdido en su memoria afloró: El motivo por el que un día abandonó todo lo que lo unía a este pueblo decidiendo vivir solo en el monte.
Texto: Torcuato González Toval.
Ilustración: Clara Varela
Evolución inducida.
En la siesta de la selva los simios dormitan. Las madres obligan a sus pequeños a no moverse, sujetándolos con firmeza. Uno de estos, con la cabeza colgada sobre el brazo materno, a través
Torcuato González Toval.
Situación controlada.
Ella histérica y él intentando tranquilizarla: “Serénate, mi vida, todo va sobre ruedas”. Entretanto, el precipicio cada vez más cerca.
Torcuato González Toval
Micro finalista concurso 140 de la revista digital El Cultural. El tema era la Rueda.
El coleccionista de miradas.
Torcuato González Toval
Ese caminar.
Lo que no soporto de mi pareja es su manera de caminar. Me encantan sus desayunos, preparados con amorosa anticipación a mi despertar. Los acompaña con una rosa cortada antes de que se evaporen de sus pétalos las gotitas de rocío. Pero esa forma de andar me desatina. Adoro como me llena el cuerpo de besos mientras de sus labios se escapan estrofas de los más bellos poemas. Es guapo, atlético y varonil y con sus fuertes brazos hace que vuele hasta su preciosa motocicleta con la que me pasea por paisajes que sólo él conoce. Hace poco se cayó de ella. Lo quiero, pero, ¡se le quedó un andar mas tonto!
Torcuato González Toval.
Fotografía: http://foto.microsiervos.com/fotografos/5000-imagenes-primeras-epocas-fotografia.html
1 de Noviembre del veterano.
Llegaba la noche de los difuntos y el viejo militar, condecorado de guerra, se preparaba a recibir a los que, mucho tiempo atrás, pasó por las armas. Ellos eran más generosos y se conformaban con no dejarlo dormir una vez al año.
Torcuato González Toval
Estocolmo
A mi me empiezan a entrar dudas. Desde esta cama veo las flores del jardín, me evocan el día que le comuniqué que me iba y, entonces, me trajo un precioso ramo de rosas. Soy un pajarillo indefenso y tú eres mi cielo, sin ti no soy nada, me dijo con las lágrimas a punto de asomar. Con eso dejaba de cuestionarme otras posibilidades. ¡Es tan dulce y detallista! Vendrá dentro de poco y esta enfermera le pone ojitos. Espero que termine pronto de cambiarme las vendas de las costillas y me traiga un espejo.
Torcuato González Toval
Ilustración: Se la página http://jjaraa.blogspot.com/
Malas influencias.
Era una noche oscura y tenebrosa. De repente vi a un hombre lobo esconderse detrás del buzón. Poco antes, al salir de la discoteca, me piropearon cuatro vampiros, que casi me atropellan con su furgoneta. Llegué a mi puerta, la llave se convirtió en murciélago que voló y se enredó en mi cabello. Ya arriba, mirándome las ojeras, le prometí al fantasma del espejo que cambiaría mis amistades.
Torcuato González Toval.
Austeridad
Rutinariamente, intercambio sus pulseras identificativas. Es lo único que se cambia cuando el desgaste provocado por el sudor y la roña hace que ya no se lea el nombre. La ropa y zapatos se dejan más tiempo e incluso, cuando no están demasiado deteriorados, pueden servir para nuevos huéspedes. Estos vienen fuertes y saludables. Son los que cavarán los grandes fosos.
Torcuato González Toval
Y este es el otro relato que presente a Relatos en cadena de la SER
Donde las dan las toman.
Rutinariamente, intercambio sus pulseras identificativas. Es un impulso irrefrenable que tengo desde que ví a los niños del paritorio dentro de sus cunitas. Por eso, aunque parezca macabro, trabajar aquí me hace feliz. Es como ser cómplice de mi mismo, ser Dios. Ciertamente, se ha convertido en una gran pasión. Pero no es la única que tengo, también adoro el baloncesto. Disfruto como un enano, y nunca mejor dicho: Liliputiense, me llamaban en el colegio, eso desde que nos mandaron leer “Los viajes de Gulliver”. En cambio, mi hijo si que llegará lejos encestando. Tiene quince años y ya pasa del metro noventa y cinco.
Torcuato González Toval.
El anterior microrrelato lo escribí haciendo un juego de continuación al magnífico texto de Manuel Nicolás Andreu que fue el Ganador del 14/10, semana 5 del concurso Relatos en cadena de la Ser. Pichad AQUÍ para leer el relato.
Participé con otro que publicaré otro día. Gracias a todos.
El gran proyecto
Tenía que terminar lo que estaba haciendo. Ya había pasado un cuarto de hora desde que, cansada de vocear, no lo esperó y cenó sola, como tantas veces en los últimos meses, desde que él empezó su gran proyecto. Conocía sus “ya voy”, “un momento” y los “ahora mismo”. También sabía que eran contestaciones soltadas por la boca del autómata en el que se había convertido su esposo. Meses sin cenar con él, sin dormir con él, sin hablar, sin vivir con él. “¡Ya está! ¡Lo logré!” Dijo satisfecho al tiempo que se oía el golpe de la puerta de la calle. Su proyecto, en el que invirtió tanto tiempo y energía, llegó a su fin.
Torcuato González Toval.
Impulso estéril.
He colocado las manos. Los meñiques encima de
Torcuato González Toval
Gustos culinarios
Hay un nuevo restaurante en mi barrio y ayer pasé por allí. Era la inauguración e invitaban a comer el plato de la casa. Al entrar me gustó la decoración elegida por la dueña, una gran tarántula. Me acomodó en una mesa con vistas a la plaza y el ambientador lo impregnaba todo con un olor a boñiga de vaca que me hizo rugir las tripas. Con una de sus ocho patas posó la bandeja sobre mi mesa y con otra levantó la tapadera. “Revuelto de moscas a la petite creme”, dijo la araña con acento francés. En fin, hay que probar de todo, aunque en mi familia preferimos la sangre de perro.
Torcuato González Toval
Vienen buenos tiempos.
Parece que vienen buenos tiempos
Me lo han dicho por ahí
Y yo lo noto. Lo huelo en el viento
Cae la lluvia dulce y serena
Y da gusto mojarse
Parece que no tardarán en venir
Lo veo en las flores
Que nacen en las grietas del asfalto
En el verde de las frondas
Hasta en la sonrisa tenue pero sincera
De todos
Buenos tiempos y buena gente
No necesitaremos más enseñanzas
Solamente recuerdos luminosos
Sin tiempo ni espacio.
Torcuato González Toval.
Hogueras.
Los parroquianos de San Juan esperaban con ansiedad que llegara su noche, pero este año lloraban al ver las llamas en el monte.
Torcuato González Toval
Oculta ruptura.
No era un fantasma quien surgió entre la niebla. Era otra vez él. Desperté sobresaltado y sudoroso al volver a soñar que era niño y que aquel hombre del grueso jersey paseaba al otro lado de la verja que circundaba el colegio, rodeado por una boira misteriosa. Lo intrigante de esta pesadilla es que ninguno de mis compañeros lo ve. Solamente yo lo miro y él me mira a mí. Fijamente. Entonces despierto llamando a mi madre. Ella murió hace exactamente diez años y ahora estoy sentado con la vista fija en las flores que he dejado en su lápida. El cementerio estaría desierto si no fuera por el anciano del grueso jersey que se sienta cerca de mí. Él también mira las flores.
Torcuato González Toval.
Foto: http://soledadfelloza.com/la-caja/
Conversión.
Su garganta expulsa un agudo chillido. Después, el monito arranca de su costado el dardo impregnado con curare y cae como una piedra al suelo de la sabana. El certero cazador, hinchado de orgullo, se dispone a agarrar su presa. Entonces ve la estampida de jirafas y su sonrisa se convierte en mueca. Su primer pensamiento es que el susto de estas ha sido provocado por el gran pájaro de hierro que volaba hacía poco, pero el terror se adueña de todo su ser cuando en el horizonte ve aparecer al gorila gigante. Cuando se recupera del pasmo, corre endiabladamente. Todavía en el suelo, el mico aprovecha la oportunidad y sube de un salto al gran baobab. Quizá la dosis envenenada no había sido suficiente, aunque a él le viene muy bien y se recupera totalmente. Tras la gran rama ve pasar al gigante. Cuando este desaparece promete que no volverá a burlarse de los adoradores del Gran Kong.
Torcuato González Toval
Comida de domingo.
"Otra vez paella." Me han estado diciendo durante todo el camino, mis hijos y mi mujer. Y tan nervioso me han puesto que casi me estrello con la ambulancia que me ha adelantado. He de reconocer que tienen razón. Se hace pesado comer lo mismo todos los domingos. No hay manera de que mamá haga otra comida. Dice que es en honor a papá. Él adoraba ese plato. Aunque seguramente, también se hubiera hartado de tanto comerlo. Cuando mi hermana nos ha abierto la puerta, su rimmel corrido, me ha dicho que hoy no comeremos paella.
Torcuato González Toval
Acabó el plazo, el día 10 de marzo se podrán leer todos los micros presentados a concurso.
Aquí abajo tenéis un enlace de un trabajo de titanes realizado por Ana Vidal, mi querida Anita Dinamita del blog Relatos de andar por casa. El día 25 de noviembre se celebró el día contra la violencia de género y Ana, en su isla,
Para leer todos los microrrelatos pichad AQUÍ
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