Esta semana la frase para comenzar los micros era
"Sigo observando mi trocito de cielo".
Para no variar y como es normal no he sido seleccionado.
Después de mucho tiempo
Sigo observando mi
trocito de cielo. Tiene hoy el precioso tono azul y el aire fresco del día que
llegué, volviendo a ver a mis padres y a dos de mis hermanos. También me
encontré aquí con mis mejores amigos, Andrés y Josefina, que tuvieron que trasladarse hace
bastantes años. Tal como está
hoy el ambiente me recuerda mucho a aquellos momentos. Hace mucho de eso y me
he puesto muy alegre recordándolo, más de lo habitual. Cuando me llamó Pedro hace
un instante me dijo que eso es normal. Ahora tengo que ir a la entrada. Llega
un familiar mío muy importante.
Mi mundo
Sigo observando mi
trocito de cielo. De vez en cuando alguien coge mi barbilla con las puntas de
los dedos y me gira la cabeza para que lo mire. Sonríe y me habla, muy
despacio, muy despacio. No entiendo lo que dice y en cuanto me suelta vuelvo a
mirar a mis nubes. Logro ver de reojo que el hombre de la bata blanca habla con
mamá. Él está muy serio y ella llora.
Seducción estelar
Sigo observando mi
trocito de cielo. Si lo miro con mucha concentración al mismo tiempo que pienso
en ella, mi energía rebotará en algún astro y le llegará, enamorándola. Ella
también está ahora mirándolo. Me dijo: “Todas las noches antes de dormir
miramos juntos al firmamento. A él lo conquisté así”. Se refería a su marido.
Mi jefe.
Lo dicho, llevo
haciéndolo varias semanas y pienso que ya va haciendo efecto. Pero me preocupa
que él sospeche algo. Seguro que son imaginaciones mías pero me mira raro y
siempre está pendiente de lo que estoy haciendo. Nunca había estado tan amable.
Mi niña
Sigo observando mi
trocito de cielo tumbada en la hierba del jardín. A la derecha veo a la
bisabuela Juana. ¡Menudos tirones de pelo me daba al peinarme! Un poco más
cerca están los abuelos. ¡Cómo me mimaban! En el extremo izquierdo, mamá y papá
parecen abrazarse con sus rayos. ¿Será porque se marcharon casi al mismo tiempo?
A él lo mató la tristeza. Latidos y respiración me avisan de que cierre los
ojos. Antes, dirijo la mirada hacia el centro. La estrella más radiante del
firmamento me está esperando.
Ilusiones nocturnas
Sigo observando mi
trocito de cielo. Pequeño y casi sin estrellas pero es mío y cuando un
meteorito lo cruza ilumina todo el espacio. Imagino entonces que al
desintegrarse suelta miles de partículas mágicas. Algunas me alcanzan
haciéndome volar. Planeo por encima de los tejados, montes, lagos, ríos y
mares. Llego a sentir incluso que me zambullo en alguno para refrescarme.
Si, este pequeño
firmamento que abarca mi ventana me produce enormes sensaciones. Lo malo es que
al darse cuenta de que me paso las noches en vela me han recetado unas
pastillas para dormir. No quiero tomarlas pero el carcelero me obliga.
Crisis
Sigo observando mi trocito
de cielo. Así llamo a mi niña que duerme serena, arropada por su vieja mantita
de estrellas, nubes y lunas. Aparto su flequillo mínimo para besarle la frente.
Los dos sonreímos. Julio y Marta son un poco mayores, por eso no duermen todavía.
Están de pie junto a su madre. Al abrazarlos mi cara se humedece con sus
lágrimas. “No te vayas papi”, imploran. Me reincorporo mirando a los policías
para que me dejen despedirme de mi mujer. Pongo en su mano un papelito que
contiene una importante información. No se percatan. Después le susurro: “Ya no
pasaréis más penurias ”.
Torcuato González Toval