No era el mar pero se le parecía. Tapas de plástico, tacos de madera e incluso el patito de goma, se convertían en galeones piratas. Dos casitas robadas al belén formaban el pueblo costero. Y yo, el monstruo que emergía de las aguas creando el terror.
No solía oír los habituales gritos procedentes del salón, cocina o habitaciones y en caso de oírlos, los mimetizaba convirtiéndolos en la banda sonora de mis juegos.
Hasta que irrumpieron en el cuarto de baño. Se pegaban y arañaban sin parar de vociferar. El forcejeo no duró demasiado, terminó con la cabeza de mi madre bajo el agua. Ahogada en mi mar.
Torcuato González Toval
Torcuato González Toval
10 comentarios:
Terriblemente triste, Torcuato.
Un saludo.
Buenísimo!
Aquí van las exclamaciones, todas las que me sé. Y aquí mi aplauso, es muy bueno, y aquí mi abrazo
Terrible y bueno a la vez!! Ese niño se ingenió el modo de llevar los gritos a su imaginación, pero la realidad, como suele pasar, supera la ficción. Genial Torcuato!
Abrazos.
Crudísima realidad en palabras.
Abrazo hasta allá.
La tormenta creada en un mar de paz.
Si, Dyhego, pero a veces real.
Gracias, JuanCarlosG.
Gracias, Ester.
Eso es, Yashira, los niños tienen sus recursos para sufrir lo menos posible, por lo menos conscientemente.
Cierto, Luna.
Eso es, Temujin.
Besos y abrazos para todos.
El otro día intenté dejar un comentario aquí y desistí , me fue imposible, supongo que una maniobra de la tecnología, que a veces falla irremediablemente...(todos tenemos días tontos, ya sabes:))).
Es absolutamente "demencial" el texto y lo es porque lo que tan bien describes es algo real, puede pasar un sábado y por eso mismo el relato inquieta y causa temor...
Saludos
Acojonante. En forma y fondo.
Eso intenté transmitir, Ginebra
Un beso
Gracias, Miguel Ángel
Un abrazo.
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